Un profesor de redacción decía que el título era la clave para un gran texto. Que desgracia que soy un fiasco para poner títulos.

Odio...

Odio la piel roja. Esos pequeños troncos de barba recién cortada, esos ojos ambiguos, engañosos, profundos, acosadores. Nace en mí la duda, la necesidad de respuestas claras. Odio no conocer suficientemente bien a mi subconsciente; mi eterno enemigo, aquel que me engaña en el sentimiento.
Pero no todo es así –aún con la desesperación en vilo, con el tiempo cortando, clavándose en el hígado como navaja. Como remordimiento antepuesto, ante conocido, ante comprendido.
Rapidez, dolor en cuello, en piel. Odio no poder establecer un otoño en un papel, el frió de un invierno.

-Ambientes grises, bosques sin fin… solo en troncos, solo en restos; ramas esparcidas por el piso. Suave viento solitario. Después cielo rojo, personas esperando tus errores, acosándote al punto de perder la noción de su presencia. Rapidez… corro sin dirección.
Me escondo… cueva, oscuridad, túnel.
Luz, viento, cielo.
Historia irrepetible, interminable.-


No comienza, no termina. La tranquilidad nunca ah llegado

Pistorius

3 comentarios:

Dianna dijo...

te amoo!! si q si!!
muchas gracias..
pondre en practica tus super consejitos!!!
jaja y no huelo a urgida.. carajo!!! jaja
bsoooooos!!!

sirako dijo...

o mai.

dónde has andado pues?




dile a tu subconciente que no es chido andarte jugando bromitas, que al final tú y él habitan el mismo cuerpo.

**Me** dijo...

...hoy mi cerebro no capta nada...prometo volver a leerlo después...